viernes, 18 de noviembre de 2011

Fiebre Amarilla en Buenos Aires 1871

Muertos por fiebre amarilla, entre el 27 de enero y el 31 de mayo de 1871 (según datos publicados en la Revista Medico Quirúrgica de Buenos Aires, del 8 de Junio de 1871)
Enero: 6
Febrero: 318
Marzo: 4992
Abril: 7564
Mayo: 845
Total: 13725

En el primer semestre de 1871 Buenos Aires sufrió la peor tragedia epidémica de su historia. En realidad fueron más de 14000 los muertos por la fiebre amarilla, que llego, en la semana santa de ese año a matar 500 personas por día. Insólitamente olvidada y soslayada por historiadores, la gran epidemia solo podía compararse con las pestes que asolaron a Europa en la edad media.

La fiebre amarilla es causada por la picadura de un mosquito (aedes aegypti) previamente infectado. Insecto este de hábitos nocturnos y que sobrevive en temperaturas de promedio 25 grados, pero de costumbres caseras, esto significa que prefiere para su desarrollo el mismo habitad que el hombre, frecuenta recovecos en los muebles, camas, sofás, etc. Detalle este muy importante porque explica su supervivencia en temperaturas invernales. Si el mosquito no está infectado nada ocurrirá, o sea que el insecto solo es transporte del virus, debe, para contagiar, haber picado en una persona enferma antes.
En los 10 o 12 primeros días de recibir la picadura de un mosquito infectado nada pasa, la enfermedad aparece repentinamente provocando temperaturas de 40°, escalofríos, dolores de espalda y fuertes cefaleas, y , a los dos o tres días de esto un color amarillento ira cubriendo la piel y las mucosas, característica que da su nombre a la enfermedad. Durante los próximos tres días aparecen dolores de estomago y vómitos abundantes, después de esto los síntomas disminuyen y casi desaparecen, esto puede durar hasta 48 horas y es peligroso por la creencia de la desaparición de la enfermedad. Todo lo contrario, pueden aparecer ligeras hemorragias en encías o nariz, que anuncian un cuadro más grave, aparecen convulsiones, nuevos vómitos, ictericia más profunda, temperatura que desciende de lo normal, el paciente bordea el coma, luego de lo cual puede comenzar a mejorar o sucumbir, que no es poco común ya que la fiebre amarilla tiene un índice de mortandad de alrededor del 40%. Igual, los que sobreviven deben soportar una lenta convalecencia.

El gran brote de fiebre de Buenos Aires fue ampliamente anunciado en diciembre de 1870, por uno similar estallado en Corrientes, de características tan parecidas que parecería un ensayo del posterior de 1871. Preanunciado también por fiebre amarilla en Asunción, que desde la guerra con el Paraguay tenía un gran intercambio con Corrientes. Solo distinto, en su impacto, debido a la diferencia de población entre las dos ciudades. Par ejemplificar basten estos datos, el éxodo provocado por el terror a la epidemia llevo de 12000 habitantes a solo 5000, incluyendo enfermos y personal sanitario. Una premonición de lo que ocurriría en Buenos Aires dos meses después.

No se sabe a ciencia cierta cuál fue el primer caso, ni donde realmente apareció, pero ya en febrero la epidemia se disemino con terrorífica velocidad. Aunque oficialmente se asienta como su comienzo el 27 de enero en que se registran las primeras 3 muertes fehacientes por fiebre amarilla. Aparentemente, comenzó en San Telmo, en cuyos conventillos el hacinamiento y superpoblación favorecían quizás el desarrollo del habitad del mosquito, aunque en ese momento se desconocía el origen del mal.
Existía, en ese entonces, como control de salud pública, la Comisión de Higiene Pública, ente que regulaba el ejercicio de medicina y farmacia, y, también, reglamentar o sugerir medidas en caso de epidemia, muy atacado en su época por diversos intereses políticos, pero que a la distancia fue quizás el único organismo que actuó con algo de sentido común y capacidad durante la crisis. Dentro de este organismo y también en los hospitales y salas se dio cita voluntaria un gran número de notables y famosas y no tanto, médicos y enfermeras más voluntarios del clero y laicos para asistir en la gravedad. Esta es la nota sobresaliente y digna que trajo consigo un numero de héroes que se cobro la fiebre a lo largo de su virulencia, tanto conocidos como anónimos, como los doctores Roque Pérez, Manuel Argerich, Adolfo Argerich, Caupolicán Molina, Guillermo Zapiola, José Lucena, el Dr. Bosch, el Dr. Rojas, el Dr. Noveira, etc.
La nota triste la dieron los médicos que se negaron a dar asistencia, muchos de los cuales huyeron al campo, y otros, solo se dignaban atender desde su despacho por miedo a la enfermedad.
El 28 de marzo de 1871 salió el Boletín de la Epidemia, un diario de circunstancia destinado a informar durante lo que durara la emergencia, esta brillante idea fue editada por Juan Pablo Albarracín y Juan Güemes, en donde se hacía notar, en su primer número, de la cobardía de algunos profesionales, a la vez que en su editorial decían: ?Pedimos al Gobierno que obligue a los médicos a cumplir con el juramento que prestaron al recibir su titulo, de asistir a la humanidad en sus dolencias, y no huir cobardemente del peligro?.
No fueron los únicos que abandonaron Buenos Aires, de 190000 personas, solo quedaron 60000, la mayoría se dieron en fuga hacia los alrededores, Belgrano, Flores, Caballito, etc., esto sirvió para que los precios de comida y alojamiento en estos lados subieran precipitadamente, cosa que enriqueció a muchos. Siguieron el consejo de la Comisión Popular que, resignada, solicitaba la evacuación a quien pudiera hacerlo. Lo cierto es que Buenos Aires ofrecía el aspecto de una ciudad abandonada y paralizada. Buenos Aires muerto. Tal inactividad propicio una serie de quiebras en cadena del comercio que comenzó en marzo. El 10 de abril tanto el gobierno nacional como el provincial decretaron feriado hasta fin de mes, tal la magnitud de la crisis. Lo más triste, ministerios y oficinas públicas cerraron, el 12 dejo de aparecer el Boletín Oficial y la Corte Suprema decidió entrar en receso, la Casa Rosada quedo desierta, si, hasta el mismísimo Sarmiento huía de la ciudad, mientras el gobernador Castro si bien se retiraba por las noches volvía todos los días a tomar su función. Tanto uno como el otro eran atacados por diversos grupos políticos que estaban representados por la prensa de la época, que ya cobraba gran valor en la opinión pública, ?La Tribuna? encabezaba el ataque al gobernador mientras que ?La Prensa? a Sarmiento, y ?La Republica? se ubicaba en posición equidistante pero como juez de la crisis, muchas veces, vemos a la distancia, equivocadamente, como el hecho de haber negado la epidemia ya en plena virulencia

En resumen, durante los meses de epidemia, la ciudad quedo prácticamente desierta, con pocos comercios de artículos de primera necesidad funcionando, al mínimo el transporte público, sin funcionarios, únicamente la Comisión Popular y los heroicos voluntarios se mantuvieron en su puesto (pagando muchas veces el más elevado precio) hasta mayo de 1871, mes en que cae la epidemia y desaparece. Desaparición también repentina, como su aparición, pero indudablemente ligada a la llegada del invierno. Epidemia que obligo a la mala decisión de crear un cementerio en lo que hoy es el parque Ameghino, que fue cerrado rápidamente y acelero la habilitación de la Chacarita, designándola único cementerio autorizado.
Merece nombrarse a quien años después identifico al mosquito culpable de la propagación de la fiebre amarilla (que asolo a muchas poblaciones de América durante años), el Dr. Carlos Finlay, que durante años fue tratado como loco por sostener la teoría del mosquito y en un acto de reivindicación se decide fijar como el Día del Medico el 3 de diciembre, día de su nacimiento.

Mardoqueo Navarro es el primer cronista de la epidemia, su Diario de la Peste es el documento en el que diariamente tomaba nota del marchar de la Gran Epidemia y se convierte en pieza de gran valor, el cual adjunto para descargar a quien le interese.

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Para quien desee una información más autorizada y desarrollada les aconsejo el libro ?Cuando Murió Buenos Aires 1871?, de Miguel Angel Scenna, de reciente reedición, no solamente por su amplio desarrollo sobre la epidemia, sino además por su extraordinaria descripción del Buenos Aires contemporáneo a la peste.
Espero que este escueto resumen haya servido al menos para interesarlos (a los que estuviesen buscando información sobre el tema) en investigar, o simplemente les haya agradado, gracias.
No olvides visitar de nuevo Fiebre Amarilla en Buenos Aires 1871

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