domingo, 21 de agosto de 2011

Multiverso y ser infinito

¿En la teoría del multiverso está implícita la existencia del Ser Infinito?





En esta parte de nuestro trabajo vamos a tratar de mostrar que la teoría del multiverso, especialmente en uno de sus más importantes cultores (Max Tegmark), podría llevar implícita la existencia del Ser Infinito, tal como lo expresa la conocida prueba ontológica de Dios desarrollada hace mil años por Anselmo de Canterbury.
El surgimiento de la vida, en el planeta tierra o en cualquier otro planeta de nuestro universo, solo es posible si se dan una serie de circunstancias muy especiales. Esto es lo que se conoce como ?principio antrópico?. El mismo fue definido por el astrónomo Martin Rees, presidente de la Royal Society, a través de seis números. Esos números o relaciones numéricas se dieron desde el primer momento de la existencia del universo hace casi 15.000 millones de años. De haberse registrado ligeras variaciones de los mismos, la vida, tal como la conocemos, no habría surgido.

Los seis números que dan título al libro de Rees, ?Just Six Numbers?, son los siguientes:


1) El primero es N, que explica el porqué el cosmos es tan vasto. Dicho número es igual a:
1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 (1036) y mide la fuerza que mantiene unidos a los componentes del átomo dividido la fuerza de la gravedad. Si N fuese ligeramente menor, en el orden de unos ceros menos, sólo se habrían desarrollado insectos o formas de vida minúsculas.
2) El segundo número es E y su valor es de 0,007. Define como los núcleos atómicos están firmemente unidos y como los átomos del universo fueron hechos. Su valor controla el poder del sol y como las estrellas transmutan hidrógeno en otros elementos de la tabla periódica. Si E fuese 0,006 ó 0,008 la vida no habría existido.
3) El tercer número es O y tiene un valor de 1. Es una medida de la cantidad de materia en nuestro universo (galaxias, gas interestelar y materia oscura). O mide la relativa importancia de las dos fuerzas: de gravedad y de expansión. Si estuviera por arriba de 1 el universo ya hubiera colapsado. Si estuviera por debajo las galaxias y estrellas nunca se hubieran formado.
4) El cuarto número es Q y es igual a 1/100.000. Las semillas de todas las estructuras cósmicas (estrellas, galaxias y conjuntos de galaxias) fueron impresas en el big-bang. Si Q fuera menor el universo jamás se hubiera estructurado. Si fuese mayor, el universo sería un lugar muy violento dominado por vastos agujeros negros.
5) El quinto número es D y es igual a 3. Son las dimensiones del espacio.
Con 2 o 4 dimensiones la vida no existiría.
6) El sexto número es L y fue descubierto en 1998. Se estima en 0,7. Es una fuerza llamada de antigravedad. Sólo se percibe a distancias inmensas. Si L fue algo mayor la vida no habría existido.

Según Rees hay tres posibles respuestas al surgimiento de esos números:

a) La mera casualidad.
b) La existencia de un Diseñador inteligente.
c) La existencia de un multiverso.

Rees se inclina por la opción c, es decir por la existencia de un multiverso, o sea un conjunto cuasi infinito de universos. En la mayor parte de esos universos la vida no habría surgido, pero en algunos sí, como en el nuestro.
Rees desecha la ?mera casualidad? (opción a) aunque no se le escapa a nadie que la teoría del multiverso también se basa en la ley de lo grandes números (¿casual?). La opción b, es decir la existencia de un Diseñador inteligente también la desecha porque estima que está ?más allá de lo que puede decirnos la ciencia?.
Existen algunos autores, como el eminente matemático y físico Roger Penrose, que aunque no son religiosos, por lo menos en el sentido tradicional, suponen que hay una dirección no azarosa en el origen del universo. Así por ejemplo, en su obra ?Lo grande, lo pequeño y la mente humana?, afirma lo siguiente:

Roger Penrose dijo:

?¿Qué dice esto sobre la precisión que debe estar implicada en la puesta en marcha de la Gran Explosión? Es realmente muy, muy extraordinaria. He ilustrado la probabilidad en un dibujo del Creador, que apunta con una aguja minúscula al punto del espacio de fases que representa las condiciones iniciales a partir de las que debe haber evolucionado nuestro Universo si tiene que parecerse remotamente al universo en que vivimos (el texto remite a un dibujo). Para apuntar, el Creador tiene que localizar dicha punta en el espacio de fases con una precisión de una parte en 10 a una potencia de 10 que a su vez está elevado a una potencia de 123. Si yo pusiera un cero en cada partícula elemental del Universo, seguiría sin poder escribir todo el número. Es un número inimaginable? (pág. 47).





Con respecto a la posición asumida por Rees, de apoyo a la teoría del multiverso, cabe preguntarse si no escapa también del ámbito científico. Esos pretendidos universos están más allá de nuestros sentidos y, probablemente, jamás podremos hacer contacto con los mismos. Claro que algunos científicos aseguran que una de las interpretaciones de la mecánica cuántica, la de Hugh Everett, le podría servir de base. Lo que este gran físico estadounidense defendió es que, cada vez que un sistema cuántico tiene ante sí más de un camino, el universo se divide en numerosos universos segregados, en cada uno de los cuales sólo se concreta una de las posibilidades existentes. Nosotros habitamos precisamente el universo en el que las cosas acontecen como las observamos, y no nos es posible comunicarnos con ninguno de los otros universos, en los que duplicados nuestros observan la actualización de otras alternativas.
Un distinguido físico y músico argentino, Alberto Rojo, profesor en la Oakland University de Michigan, ha escrito un interesante artículo titulado ?El jardín de los mundos que se ramifican: Borges y la mecánica cuántica?, que se puede bajar de Internet. En él, después de hacer una breve pero clara introducción a la interpretación de los universos múltiples, muestra como el mundo de ficción de Borges se anticipó en el tiempo en su escrito ?El jardín? (1941) a la teoría de Everett de1957.

De todas maneras cabe hacerse la siguiente pregunta:

¿Es lógico imaginar infinitos o cuasi infinitos universos para explicar que en nuestro universo se han dado los números que explican el surgimiento de la vida compleja? ¿No arrastra esa imaginación implícitamente la existencia del Ser Infinito?

El físico Max Tegmak, uno de los principales partidarios de la teoría del multiverso, manifiesta que ?todos los universos lógicamente posibles, existen?, lo que ha sido interpretado por algunos como una reminiscencia de la llamada prueba ontológica de la existencia de Dios que desarrolló hace mil años el teólogo Anselmo de Canterbury en su obra ?Proslogion?.
Si se demostrase empíricamente la existencia de los ?otros? universos esa relación no sería válida, pero mientras eso no ocurra (y estimamos que será muy difícil que esa demostración se logre), la proposición ?todos los universos lógicamente posibles, existen? sería equivalente a la proposición de Anselmo cuyo núcleo dice que ?Dios es un ser tal que nada superior a Él puede concebirse; suponer que Dios no existe más que en nuestra mente y no en la realidad equivaldría a afirmar que no es el ser más grande que puede concebirse, porque existir realmente es más grande que existir sólo en la mente? (Kolakowski, en la op. cit. en la bibliografía, pág. 92-93).

Como vemos, el teólogo medieval dedujo del mero concepto de ?un ser tal que nada superior a Él puede concebirse?, su existencia. ?Según la tradición que proviene de Kant y de Hume, la falacia del argumento ontológico consiste en que intenta demostrar que el juicio ?Dios existe? es analíticamente verdadero, mientras que ningún juicio puede ser al mismo tiempo analíticamente verdadero y existencial en su contenido? (ibídem, pág. 95). Sin embargo, nos podemos preguntar si hay otro ejemplo de juicio que combine esas dos propiedades: ser analítico y existencial en su contenido. ?Un candidato a esta quimera imposible es, sospecho, el juicio ?algo existe?. La razón por la que puede decirse que este juicio es analítico y, por tanto, ?necesario? es que su negación ?nada existe? no es solo falsa, sino también ininteligible y absurda: en efecto, si hay algo absurdo, es eso. Basándose en este supuesto, uno puede argüir que ?algo existe? es igual a ?necesariamente algo existe?. Uno se siente tentado a considerar idéntico este último enunciado con ?algo existe necesariamente?, lo que equivaldría a la afirmación de Anselmo: la propia idea de existencia lleva a la convicción de que hay un ser necesario. Es verdad, sin embargo, que no es lícito, en términos de lógica modal, inferir ?algo existe necesariamente? de ?necesariamente algo existe?. Si tal inferencia no es permisible, se sigue que podemos sostener la última y negar la primera? (ibídem, pág. 96). Como muy bien sostiene Kolakowski, no hay regla lógica que pueda decidir esta cuestión entre un empirista y un metafísico.

De todas maneras no hay que quedarse con un mero análisis de ?lógica? del argumento ontológico sino que hay que tener en cuenta también los presupuestos del mismo. Recordemos que es de Anselmo la frase ?creer para entender? (sobre esto se puede consultar la obra de Cabada Castro mencionada en la bibliografía).

No abrimos juicio sobre el valor de la prueba ontológico desarrollada por Anselmo, prueba que ha hecho correr mucha tinta a lo largo de los siglos. Tomás de Aquino la criticó mientras Buenaventura la defendió; Duns Scoto la ?coloreó?; Descartes, Leibniz y Hegel, con modificaciones, la aceptaron, y Bertrand Russell, a pesar que no la aceptó, la consideró un notable ejercicio intelectual. Otros autores la han rechazado, pero el gran lógico matemático Kurt Gödel la desarrolló con el lenguaje de la lógica-matemática.

Según nos cuenta Robert Merrihew Adams en la introducción a la prueba ontológica desarrollada por Kurt Gödel (?Collected Works?, vol. III, ?Unpublished essays and lectures?, Oxford University Press 1995, pág. 388-389), Gödel mostró la prueba a Dana Scott, y la discutió con él en febrero de 1970. El estaba muy preocupado por su salud en ese tiempo y no quería que su prueba desapareciera con él. Más tarde en 1970 habló con Oskar Morgenstern y le habría dicho que estaba satisfecho con la misma pero que no quería publicarla ya que no era más que un ejercicio lógico (para la postura de Gödel ver la obra de John Barrow, Pi in the Sky, mencionada en la bibliografía en su versión en es- pañol. Según Gödel, en cartas a su madre, ?estamos por supuesto muy lejos de poder confirmar científicamente la imagen teológica del mundo...Lo que llamo concepción teológica del mundo es la idea de que el mundo y todo lo que hay en él tiene significado y razón, y en particular un significado bueno e indudable.

Se sigue de ello inmediatamente que nuestra existencia terrenal, puesto que tiene en sí misma un significado a lo sumo muy dudoso, puede ser solamente el medio para el fin de otra existencia. La idea de que todo lo que hay en el mundo tiene un significado es un análogo exacto del principio de que todo tiene una causa, sobre el que reposa toda la ciencia?, pág. 138.). Un renovado interés actual en torno al argumento ontológico desde el punto de vista lógico se encuentra en filósofos como Ch. Hartshorne, N. Malcolm y A. Plantinga.



Volviendo al principio antrópico, algunos científicos suponen que la mencionada combinación de números respondería a una ley o teoría más general que daría explicación de los mismos (teoría del todo), pero esto no es más que hacer retroceder la respuesta un paso atrás. ¿Cómo se explicaría semejante fórmula o teoría que combina con tanta precisión los mencionados números? Claro que un no creyente podría preguntarse que diferencia existe entre esa fórmula o teoría y Dios. Sin embargo, la fórmula no es más que eso, una fórmula que solicita una explicación, mientras Dios no necesita explicación ninguna pues él es la explicación de todo.
Los científicos seguirán debatiendo sobre la existencia o no del multiverso. Hay distinguidos físicos que aceptan su existencia y otros que no. Entre los primeros cabe mencionar a Martín Rees, Steven Weinberg, André Linde y otros. Entre los segundos están Charles Townes, John Polkinghorne y otros.

Cabría también preguntarse si la existencia del multiverso se opone a la existencia de Dios. Distinguidos científicos creyentes aceptan la teoría del multiverso, por ejemplo: William Stoeger, George Coyne, Paul Shellard, Don Page, George Ellis y otros y no ven que haya una oposición de esta teoría a su concepción religiosa. Hasta el agnóstico Rees sostiene en ?Times on line? del 18 de diciembre de 2005: ?Let me say that I don?t see any conflict between science and religión? (en el artículo ?God, the universe and me?).

Al término de la revisión de este trabajo pudimos acceder al libro de Leonard Susskind, ?The Cosmic Landscape: String Theory and the Illusion of Intelligent Design? en su versión en español. El mismo es una defensa del principio antrópico con el aporte de la teoría de las supercuerdas, de la que él es uno de los creadores. Para este físico, la única respuesta científicamente razonable es la de la existencia de múltiples universos, pero como muy bien dice casi al final de su obra, no existe una prueba definitiva sobre sí, aún probada la existencia del multiverso, exista o no una divinidad. Resulta interesante citarlo a este respecto:

Leonard Susskind dijo:

?¿Y qué pasa con las preguntas mayores de todas?: ¿quién o qué hizo el universo y por qué razón? ¿Hay un propósito en todo ello? No pretendo saber las respuestas. Quienes vieran el principio antrópico como señal de un creador benevolente no han encontrado consuelo en estas páginas. Las leyes de la gravedad, la mecánica cuántica y un rico paisaje junto con las leyes de los grandes números son todo lo que se necesita para explicar la amabilidad de nuestra región del universo?.

?Pero, por otra parte, nada en este libro disminuye la probabilidad de que un agente inteligente creara el universo con algún propósito. La pregunta existencial definitiva, ¿Por qué hay Algo en lugar de Nada?, no tiene ahora más o menos respuesta que antes de que alguien hubiera oído hablar de la teoría de las cuerdas. Si hubo un momento de creación, está oculto a nuestros ojos y nuestros telescopios por el velo de la inflación explosiva que tuvo lugar durante la prehistoria del big bang. Si hay un Dios, se ha tomado un gran trabajo para hacerse relevante? (pág. 432 y 433 de la versión en español).



De todas maneras, y emulando la respuesta de Laplace a Napoleón, Susskind ?no necesita la hipótesis de Dios?.
En el mencionado libro, Susskind trató de avalar la existencia de los universos burbujas (pocket universes), en un multiverso, a través de la naturaleza de la radiación de fondo (Cosmic Blackbody Background Radiation). Pero el astrofísico George Ellis, le salió al cruce en un comentario titulado ?On horizons and the cosmic landscape?, publicado en internet (15 de marzo 2006). En su respuesta, Ellis afirma que no hay posibilidad experimental de verificar la existencia del multiverso por la vía manifestada por Susskind.
De todas maneras, la concepción del multiverso, sea o no verdadera, no da respuesta al interrogante existencial del ser humano, o por lo menos no lo da en el sentido que sí lo da la creencia en un Ser personal e infinito.

FUENTE: Conflictos Epistemologicos entre el Conocimiento Científico y el Religioso, Editorial UCEL, Rosario 2008.


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